jueves, 22 de marzo de 2018

¿Y dónde está la ayuda para los damnificados por los sismos?

Ésa es la pregunta que flota en el aire en todo México, y en particular en la capital del país. Indignados, muchos ciudadanos nos preguntamos quiénes se quedaron con los cuantiosos fondos de ayuda que dieron varios países y organizaciones, en un año con todos los indicios de rapiña electoral de fin de un sexenio que se ha caracterizado por la voracidad desmedida, insultante. 
Como lo denunció Animal Político el pasado 21 de enero: "La lista de pendientes es larga: familias que siguen viviendo en albergues, una recuperación lenta de la economía o dictámenes de seguridad que no llegan son algunos de los más repetidos. Aunque, por encima de todo, los damnificados expresan un mismo sentimiento: se sienten “abandonados” por unas autoridades que les ofrecen otra deuda para reconstruir sus hogares, y también por una parte de la sociedad que, desinflado el boom de  la solidaridad, comienza a pasar la página". 


En dos meses, no deben haber cambiado mucho las cosas.
Ofenden las ofertas de nuevos créditos a quienes perdieron todo, la corrupción, la falta de castigo a la cadena de culpables, la turbia opacidad, por parte de los gobiernos federal y estatales. De éstos, cierto, podíamos esperar poco o nada, pues nadie les cree a Enrique Peña Nieto, Miguel Ángel Mancera, Graco Ramírez, Alejandro Murat, Héctor Astudillo, Manuel Velasco y José Antonio Gali, gobernadores sumidos en el descrédito absoluto. 
Pero duele también, quizá más, la memoria flaca de buena parte de la sociedad, que vuelve a la "normalidad" tras el desastre. Tal vez sea que estamos  hartos de tanto desastre, desgastados de luchar ante la magnitud de la catástrofe nacional, sumidos en el desánimo. Tal vez. Pero eso sólo explica, no justifica el abandono, la falta de solidaridad, la desmemoria, la falta de impulso vital para generar un movimiento masivo de protesta, de ¡ya basta! 
¡Qué tristeza!
https://www.animalpolitico.com/2018/01/damnificados-19s-olvido-rapina/

martes, 20 de marzo de 2018


México, D.F., los desastres que vienen: 
Como anticiparse, prevenir y reducir los daños, 
en formato de ebook. 


Decidimos volver a editar este libro, casi nueve años después de que apareciera impreso, porque el 19 de septiembre de 2017 ocurrió otro sismo que fue un nuevo aviso de que como sociedad no hemos aprendido las lecciones; que la ciudad no está a la altura de las exigencias para salir mejor librada de un terremoto, ni quizá de otros fenómenos naturales ante los que está en riesgo y es vulnerable. 

El país entero no está preparado para enfrentar fenómenos naturales fuertes, como el sismo del 7 septiembre de 2017 en Chiapas, pero tampoco huracanes, inundaciones y otros.

Como lo constatarán los lectores, gran parte de lo que nos dijeron años atrás los especialistas que entrevistamos se cumplió, sigue vigente y ayuda a entender los desastres y a prevenirlos. 

Este libro, con información actualizada y comentada, con un leve cambio en el título y el subtítulo, permite a los ciudadanos no sólo conocer mejor los diversos desastres (sismos, inundaciones-escasez de agua, erupciones volcánicas, contaminación atmosférica, etc.) que pueden sufrir ésta y otras ciudades, sino sobre todo comprender que no son inevitables ni estamos a merced de ellos. 

Estamos convencidos de que si conocemos los riesgos, es posible reducir nuestra vulnerabilidad y, en consecuencia, aminorar su impacto y los daños.


En los siguientes links encontrarán más información sobre el libro México, DF, los desastres que vienen: Cómo anticiparse, prevenir y reducir los daños, de Guillermo Bermúdez y Martha Elena García: 

En Google Play Book: 

En ibookstore: 



lunes, 13 de julio de 2009

Numerosos desastres se ciernen sobre capital mexicana, según un nuevo libro / Entrevista con la agencia de noticias EFE




Numerosos desastres se ciernen sobre capital mexicana,
según un nuevo libro


viernes 22 de mayo, 01:27 PM

México, 22 may (EFE).- La capital mexicana, construida sobre un suelo fangoso en una cuenca cerrada que concentra "aire venenoso", puede ser sacudida por un terremoto similar al de 1985, sufrir graves inundaciones y quedar cubierta de ceniza por la erupción de un volcán cercano, señala una reciente publicación.
Las advertencias son lanzadas en el libro "México DF, el desastre que viene", promocionado mientras la ciudad se recupera de una epidemia de gripe A causante hasta ahora de 33 muertos y 1.545 contagios y de la práctica paralización de actividades públicas y privadas durante varios días.
"Los especialistas en sismología aseguran que un sismo con intensidad mayor a 7,5 o incluso superior a ocho grados Richter es inminente, aunque por ahora imposible precisar el plazo en que puede ocurrir", dijo a Efe Guillermo Bermúdez, periodista y uno de los autores de la obra (Random House Mondadori, 2009).
Este libro, escrito en colaboración con la también periodista Martha Elena García Bermúdez y sustentado con opiniones de científicos mexicanos es, a su juicio, "una llamada de atención" para que se tomen todas las medidas preventivas.
Guillermo Bermúdez afirma que en los últimos cien años han ocurrido 150 sismos mayores a los 6,5 grados en la urbe, y en los próximos años se esperan terremotos con intensidades que superarían los ocho grados Richter.
Recuerda que el temblor de 1985 dejó más de 10.000 muertos y 400 edificios derrumbados, y precisó que pese a los esfuerzos de la ingeniería mexicana y que la mayoría de los edificios han sido reforzados, en los últimos nueve años el problema ha vuelto a agudizarse.
La actual capital de México se ubica en el Valle de México, una zona rodeada por diversas cadenas montañosas, en medio del denominado eje volcánico y sobre una superficie pantanosa que albergaba hace 500 años un lago de enormes dimensiones.
En el Valle de México se concentra una población de 19,2 millones de habitantes, de los cuales 8,7 residen en el Distrito Federal y 10,5 millones en 59 municipios del aledaño Estado
de México.
Bermúdez advierte que otra de las espadas de Damocles que pende sobre los habitantes de este Valle es el riesgo de erupción del volcán Popocatépetl, cuyo cráter se ubica a 60 kilómetros del centro de la capital. "Los expertos vulcanólogos han pronosticado que una erupción violenta del Popocatépetl arrojaría material piroclástico como máximo hasta unos ocho kilómetros y una buena evacuación evitaría pérdidas de vidas en las faldas del volcán", afirmó.
Explicó que el problema para el Valle de México sería una lluvia considerable de cenizas con espesor de diez centímetros, lo cual que sería catastrófico para la capital mexicana.
Otro problema permanente en el Valle de México es el riesgo de una gran inundación por las lluvias y los torrentes de agua de las montañas que lo rodean, toda vez que la metrópolis está situada en una cuenca cerrada con vocación lacustre y en permanente hundimiento por la extracción de agua del subsuelo.
Bermúdez remarcó también el problema de la contaminación del aire en el Distrito Federal debido a la emisión de gases, de bióxido de carbono, y de partículas contaminantes.
La industria genera emisiones de diversas sustancias volátiles que son cancerígenas, como los formaldehidos, el benceno de los combustibles de los automóviles y la acrilamida, presente en infinidad de productos de uso cotidiano como los detergentes y cosméticos, entre otras.

Publicado en Yahoo México, Noticias

sábado, 16 de mayo de 2009

Reseña en Milenio.com

jueves 30 de abril de 2009

DF: desastres anunciados / I
CRIBA
Jesús Anaya Rosique

Una de las mayores aglomeraciones urbanas del planeta, el DF y su zona metropolitana (ZMCM), se enfrenta a varios “desastres que se avecinan”. Los riesgos graves y qué podemos hacer para disminuir la vulnerabilidad de la Ciudad de México son la materia de este libro, una advertencia brutal para “sacudir nuestras inercias y actuar antes de que sea demasiado tarde”.

El libro ha sido elaborado por dos periodistas que entrevistaron a expertos científicos clave y se documentaron en libros, revistas, diarios y materiales consultados por Internet. Buscaron explicaciones a los grandes desafíos que pueden desembocar en magnos desastres y reiteran la urgencia de “prevenir de verdad”. Nada que ver con el “catastrofismo”: ofrecen “un gran mural de los mayores peligros en que vivimos en esta ciudad… para alertar y crear conciencia en la sociedad … modificar a tiempo las tendencias de riesgo y procurar información sólida”. Un ejercicio que apela al derecho ciudadano de estar bien informados: “nos asomamos a distintos escenarios en cada uno de los riesgos abordados… sus causas y situación actual, así como las acciones para contrarrestarlos… Dos preguntas claves: ¿qué hacer no sólo para sobrevivir sino para mejorar nuestras condiciones de vida y lograr una urbe más habitable, segura y sustentable para nosotros y las futuras generaciones?; y ¿estamos haciendo lo correcto para reducir nuestras vulnerabilidades? El tiempo se agota…”

¿La historia de una ciudad sin futuro? “Todo indica que nos enfilamos a repetir la dolorosa experiencia de 1985, las inundaciones catastróficas que padecimos, a sufrir una creciente escasez de agua potable y el hundimiento de zonas completas de la ciudad, invadidos de aire contaminado que mina nuestra salud, afectados por las consecuencias del cambio climático y otras calamidades… La vulnerabilidad se relaciona directamente con la concentración demográfica desbordada, procesos de industrialización incontrolados, incremento de vehículos automotores, aumento de población con elevados niveles de pobreza”.

Se recuerda que “las relaciones Estado-sociedad después del desastre de 1985 fueron la expresión sociopolítica de un régimen no democrático, que incumplió con los compromisos suscritos por el gobierno en los foros mundiales”. En todas las tragedias sucedidas, “ninguno de los responsables ha pagado el daño causado. La complicidad empresarios-funcionarios-políticos es más poderosa que cualquier anuncio oficial de que se hará justicia y se sancionará a los culpables… La gestión pública en México no considera la responsabilidad por omisión”. Subsiste además “una visión reduccionista… los principales problemas se derivan de omisiones, negligencias, incompetencias, intereses”. La polémica central entre autoridades y especialistas radica precisamente en las distintas percepciones sobre la vulnerabilidad y sus causas profundas, así como sobre la prevención de los desastres… ésta debe ser “una acción organizada desde la sociedad civil para reducir la vulnerabilidad, garantizar la integridad física y la seguridad de los ciudadanos y sus pertenencias… una tarea que le corresponde a la parte civil, no al ejército”.

Continuará

Nota en Milenio On line

DF: desastres anunciados / y II
CRIBA
Jesús Anaya Rosique

2009-05-07•Política

La semana pasada iniciamos la reseña de este libro acerca de “los mayores peligros que vivimos en el DF y su área metropolitana (ZMCM)”, a punto de convertirse en Mexcuepuetopa, la temida megaurbe. La emergencia sanitaria en curso confirma que no es fácil distinguir entre información confiable y “rumorología”: la fundada desconfianza social hace que sea muy controvertido “comunicar los riesgos”, por eso es vital construir “una conciencia ciudadana de prevención y fortalecer la capacidad para disminuir la vulnerabilidad de la ciudad, la cual hace tiempo perdió su sustentabilidad y arrastra una grave dependencia del resto del país (ahora urbano en su mayor parte, con ciudades densamente pobladas).

1. Está latente la amenaza de un nuevo desastre hidráulico, aunque los especialistas están más preocupados por el uso irracional del agua que por la escasez posible; detrás está el fantasma de Tabasco 2007: “el gran ombligo” puede ser una ciudad que naufraga…

2. “Un grave problema de salud pública es la contaminación crónica a la que malamente nos hemos acostumbrado (mientras aumenta la mortalidad en los grupos más susceptibles). La exposición prolongada a largo plazo al coctel tóxico que respiramos tiene mucho más impacto que la exposición aguda”. Y está la enorme cantidad de horas perdidas en los desplazamientos urbanos (4 millones de automotores); hay que “impulsar el transporte público eléctrico, regular con rigor el de carga e incrementar el escolar para disminuir el uso de vehículos particulares y la magnitud de sus emisiones contaminantes”. La ZMCM “requiere de una segunda generación de medidas que protejan a la población de la exposición a partículas finas y biológicas (caca), ozono y sustancias tóxicas, que sucede continuamente y no sólo durante las contingencias atmosféricas”. ¿Por qué la omisión del papel de la industria?

3. Entre lo posible y lo probable: la erupción del Popo y el surgimiento de un nuevo volcán en la sierra de Chichinautzin (al sur de la ciudad)… “el peor escenario posible sería una nube de ceniza que forme una capa de 10 cm, obstruya el drenaje si se mezcla con la lluvia y provoque serios daños colaterales: 200 mil refugiados, parálisis de la comunicación aérea e inalámbrica … sismos …”

4. “¿Está la Ciudad de México preparada para enfrentar un sismo tan intenso como el de 1985? Existe una altísima probabilidad de que se repita algo parecido, o de mayor magnitud… Las lecciones del 85 parecen olvidarse… Hay que actualizar permanentemente el mapa urbano de áreas riesgosas… que ya levantaron las compañías de seguros… Faltan recursos para hacer una ineludible tomografía sísmica… Para su aplicación, las nuevas normas de construcción dependen del arbitrio de peritos certificados, inspectores, directores de obra y responsables materiales de la calidad de la ejecución... Cada ciudadano está obligado a identificar el estado y mantenimiento de la estructura de su vivienda, el tipo y edad de la construcción…”

5. “Futuro incierto ante el cambio climático global, prueba decisiva de supervivencia para la ciudad… Se ha rebasado la capacidad de recuperación del medio ambiente… vendrán oleadas de calor canicular y lluvias torrenciales aunque en menos ocasiones… Urge examinar la estrategia energética…” Y los autores de esta obra nos preguntan todo el tiempo: “¿Estaremos a tiempo de prepararnos antes de que el destino trágico nos alcance?”

En www.codigoradio.df.gob.mx, los viernes a las 19:00 horas, puede escuchar las Cribas.
_______________________________________________
*Guillermo Bermúdez/Martha Elena García, México, DF: el desastre que viene, Debate, México, 2009, $212, 240 pp. ISBN 978-607429-301-2

miércoles, 4 de febrero de 2009

DF: El desastre que viene

El temido sismo, la gran inundación, el estallido del Popo, la nube tóxica, el aniquilador cambio climático y otras calamidades nos acechan

La Zona Metropolitana de la Ciudad de México sufrió cuatro desastres entre 1978 y 2000, de los 47 que asolaron al país. Cada uno dejó cuando menos 100 víctimas o pérdidas económicas extraordinarias. De acuerdo con DF: El desastre que viene, día con día aumentan las probabilidades de que la megalópolis sufra otro desastre de consideración, como:

Inundación y escasez: la nueva expansión del Drenaje Profundo no descarta el riesgo de una gran inundación en diez o quince años debido al hundimiento de la ciudad, por la sobreexplotación del acuífero. Se extrae el doble del líquido del que se recarga, por lo que la escasez de agua potable se agudizará. La reciente reducción de 50% en el suministro del sistema Cutzamala anuncia tiempos de sed.

El sismo tan temido: no se sabe cuándo, pero es seguro que un gran terremoto similar al de 1985 –que dejó 10 mil muertos, 30 mil damnificados y derrumbó 400 edificios–, pondrá a prueba las nuevas edificaciones en sitios de la zona del lago que antes eran vírgenes. La catástrofe podría ser peor por el hundimiento e incumplimiento del reglamento de construcción.

Contaminación atmosférica: prolongada y a largo plazo, nos sumerge en concentraciones de ozono que rebasan dos horas diarias la norma más de la mitad del año. El coctel tóxico que respiramos contiene, entre otras, sustancias cancerígenas que disminuyen 60 días por año la esperanza de vida y partículas que elevan 6% la mortalidad de los adultos mayores e incrementan la frecuencia y duración de los males respiratorios.

Fuerte erupción del Popocatépetl: 200 mil personas evacuadas se alojarían de golpe en la capital. Si el viento es propicio, cubriría a la ciudad un manto de diez centímetros de ceniza que aparte de empeorar la contaminación del aire y derribar los techos de los más pobres, paralizaría el tránsito aéreo y la comunicación inalámbrica. Si la ceniza se mezclara con la lluvia o se tirara a la coladera, taparía los drenajes.

Cambio climático: este desastre progresivo agudizará en unas décadas la escasez de agua, el abasto de alimentos, la deforestación y la amenaza de una gran inundación, así como el riesgo de episodios agudos de contaminación, olas de calor y epidemias.

En la serie de reportajes que conforman el libro DF: El desastre que viene, Guillermo Bermúdez y Martha Elena García analizan no sólo los probables escenarios de que estos fenómenos azoten a la gran ciudad y asuman proporciones de catástrofe, sino también apuntan claves para que la sociedad haga algo por disminuir su vulnerabilidad, comenzando por informarse mejor. En conjunto representan un fresco que ofrece un panorama sobre los diversos riesgos que deberán enfrentar los habitantes de esta ciudad.

Saldrá a la luz próximamente, editado por Grijalbo.

viernes, 23 de enero de 2009

Y retiembla en su centro el desastre…

■ Aseguradoras saben más que el gobierno sobre lo que sucedería con otro gran terremotoSe han olvidado las lecciones del sismo del 85, advierten expertos
■ La creación del Fonden, aceptación, por parte del Estado, de la responsabilidad de medir riesgos catastróficos
■ Xochimilco e Iztapala, vulnerables

Guillermo Bermúdez y Martha Elena García (Especial para La Jornada)

* Este reportaje (publicado por La Jornada el 19 de septiembre de 2008) se basa en uno de los capítulos del libro DF. El desastre que viene, de próxima aparición en la Editorial Random House Mondadori.

Pie de foto: Decenas de familias observan la demolición del edificio Nuevo León, meses después del sismo del 19 de septiembre, desde los refugios temporales que construyó el gobierno de la ciudad de México para los miles de damnificados Foto: Fabrizio León

A 23 años del sismo que cimbró a la ciudad de México en septiembre de 1985, los especialistas no sólo saben que ocurrirá un terremoto de magnitud similar, sino ya cuentan con un método confiable que determina con precisión cuáles, cuántos y dónde serán los daños. Sin embargo, esta información, fundamental para definir medidas preventivas, está al alcance sólo de las compañías aseguradoras, ni las autoridades ni la población tienen acceso a ella.Para Roberto Meli Piralla, investigador del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tras el sismo de 85 hubo avances, porque los reglamentos de construcción se hicieron más severos, lo que en la práctica reduce la vulnerabilidad. No obstante, en su opinión y la de otros especialistas, “mucha gente ha olvidado esas lecciones, las nuevas generaciones no han pasado por una experiencia análoga y desde el año 2000 no siempre se aplica estrictamente el reglamento y eso es fuente de mayor vulnerabilidad”.Modelos computarizadosHoy la ciudad tiene otra fisonomía. De ahí que a Cinna Lomnitz, investigador emérito del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, le preocupen algunas partes donde no pasó gran cosa en el terremoto de 85, porque no había edificios, y ahora ya los hay. Hace notar que “la ciudad ya no es igual, ni tiene la misma población. Entonces no sabemos muy bien qué pueda suceder”.El sismo de 85 causó la muerte de alrededor de 10 mil personas, 30 mil damnificados, la caída de cerca de 400 edificios, más unos mil 500 con afectaciones serias, y daños totales por alrededor de 5 mil millones de dólares. Otro habría sido el escenario si los habitantes de la ciudad de México y las autoridades de ese entonces hubieran conocido cuáles eran los puntos más vulnerables de la urbe.A principio de los años 80, refiere Lomnitz, “vino un experto de una de las reaseguradoras más grandes en el mundo, la Munich Re. Nos hicimos cuates. Se dio unas cuantas vueltas por el centro, tomó algunas notas, midió e hizo cálculos del sismo de 85 que sólo fallaron en 5 por ciento. El gobierno no tenía esa información, ellos sí. Esas empresas sabían más que nosotros. Ya estaban preparadas cuatro o cinco años antes. Me consta, porque él vino al cuarto o quinto día después del sismo a pagar a las empresas de seguros, y en una semana terminó”.El investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM Mario Ordaz corrobora lo dicho por Lomnitz, y agrega que aún hoy las aseguradoras saben más que el gobierno de lo que podría suceder en caso de otro gran terremoto.Comenta que a raíz del 85 se desarrollaron varios modelos computarizados, y el que se usa en México es de los más avanzados del mundo. “Pero eso le ha interesado muy poco al gobierno”. A diferencia de las aseguradoras, que deben “rendirle cuentas a sus clientes y accionistas, el gobierno no lo hace. Esas empresas en México y los reaseguradores internacionales tienen mucho mejor medido el riesgo que los responsables en el gobierno, en todos los niveles, a pesar de que la mayor parte de estos estudios han sido financiados con dinero público”.En 1992 se elaboró el primer modelo en el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), que permitía la microzonificación, es decir, generar mapas que subdividían la ciudad en segmentos de 500 metros, donde se apreciaban los grados de daño que habría en la ciudad después de un sismo intenso.Con el nuevo modelo, “lo hacemos edificio por edificio”, agrega Ordaz, lo que significa que prácticamente ya existe una visión aproximada de cuántos y cuáles edificios se van a caer en un gran sismo. “El modelo evalúa el riesgo económico, con base en factores como cantidad de edificios, características físicas, número de pisos, materiales, edad y zona de la ciudad donde se localizan, entre otros. Esa información, edificio por edificio, la recaba la compañía de seguros en sus bases de datos y es analizada por el sistema que contabiliza el riesgo”.Legislación pioneraEn esta evaluación sólo entran los edificios “que tiene asegurados cada compañía. Pero como nosotros somos dueños de este sistema, lo hemos usado para hacer evaluaciones de otros bienes. De hecho, podríamos analizar todas las casas que hay en el país”, asegura Mario Ordaz.Desde 1998 la legislación mexicana fue la primera en regular el seguro por sismo. Y en enero de 2008 entró en vigor una ley para normar también el seguro de riesgos contra huracanes, inundaciones y tsunamis.La creación del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) fue “una primera aceptación del Estado de su responsabilidad de medir el riesgo, de planificar a largo plazo el pago de las catástrofes”. Hasta este momento, asegura Ordaz, el Fonden no se maneja con instrumentos técnicos de medición de riesgo y sus cálculos no tienen mayores bases. Sin embargo, “se ve que están empezando a hacer esfuerzos por cuantificar los riesgos, y está muy bien, sólo que lo están haciendo tal vez dos siglos después de las compañías de seguros”.El responsable del Servicio Sismológico Nacional, Carlos Valdés, asevera que en los desastres debemos participar todos, pues si no, ya de entrada ese es el primer elemento para el desastre. “Si nos damos cuenta de que un edificio no cumple con las características y probablemente pueda venirse abajo en un sismo, resulta problemático decirle a la gente que se tiene que salir, pero peor es no decírselo”.Para él, “es tiempo de asumir responsabilidades. Por ejemplo, casi nadie tiene seguro contra sismos, aunque es más barato que el de un coche”.Lamentablemente, en los años recientes en el Cenapred “ha ido cambiando la orientación de las autoridades de protección civil que, en buena medida, están rebasadas por el manejo de las emergencias, a las que dedican 90 por ciento de su tiempo, y no han tenido voluntad de hacer una planeación a fondo de los desastres”, indica Ordaz.El reloj sigue corriendo. ¿Estaremos a tiempo de prepararnos mejor antes de que ese destino nos alcance?